Una sorpresa me esperaba, algo impensado! Voy a contar la historia de las empanadas estilo esquimal en un pueblo de esquimales a pocos kilómetros del Polo Norte.
El día martes 14 de agosto de 1990 una maravillosa familia de la localidad de Utqiaġvik me invitó a cenar a su casa, con tres adorables y entusiastas niños. Cuando llegué a la casa esa noche me dijeron que habían cocinado una comida típica de Argentina y me mostraron el libro de receta que habían traído de la biblioteca. En la mesa todavía estaba la harina donde habían realizado la masa para los famosos discos de empanadas, todo con una gran dedicación de tiempo y esfuerzo.
Realmente no tenía palabras para agradecer el detalle de bienvenida y la dedicación puesta en la cocina. Pronto las empanadas estaban lista para ser sacadas del horno. Todos ya estábamos en la mesa y por comer las famosas empanadas argentinas. Una vez en mi plato tuve la sorpresa no muy grata: eran empanadas rellenas con carne de ballena, seguramente mi cara quedó congelada como el mismo Polo Norte. Ya sabía que no era nada bueno lo que seguía para mí, porque lamentablemente ya conocía la carne de ballena dado que en mi primer día en Utqiaġvik, mis hermanos anfitriones me habían dado un pequeñísimo pedacito de carne de ballena cruda y fría, recién sacada del congelador. Esa carne era totalmente de color negro y su sabor era para olvidar y claro que en ese momento me dije que me iba a mantener alejado de ese menú durante toda mi estadía. – Nunca digas nunca – La situación se agravaba más porque la carne estaba caliente, empeorando aún más mi compleja situación de invitado de honor.
Pero no tenía escapatoria y menos pensando en el gran esfuerzo que había hecho esta familia y que además la carne de ballena conformaba su dieta. Entonces procedí a partir la empanada en dos para enfriarla, una empanada con relleno totalmente negro y el simple olor que se desprendía con el “humito de vapores” era lo suficientemente desagradable para descomponerse. ¿Qué podía hacer? Pensar, pensar y debía ser rápido!!!
Tuve que apelar a mi título de embajador del intercambio cultural y maximizar la interculturalidad en todas sus formas. Buscaba un plan B que nunca apareció y lo único que se me ocurrió como estrategia era actuar como si tomara un remedio muy feo. Entonces para suavizar mi ocaso, dije en la mesa: En Argentina comemos las empanadas con limón, mostaza y sal, los limones eran elementos de lujo en Utqiaġvik y la familia buscaba los preciados limones, finalmente y por suerte encontraron dos, más la sal y la mostaza. Entonces, cada bocado de empanada de ballena los comía con limón, mostaza, bastante sal y siempre reteniendo la respiración al tragar. La empanada era gigante y solamente pude comer una empanada, claro que muy despacio y sin apuros. Además, era el centro de atención en la mesa, cada bocado era atentamente vigilado por los anfitriones. Pero mi risa y el humor al encontrarme en esta situación fue sin lugar a dudas mi más preciado condimento.
Hoy recuerdo esta situación como si fuese ayer, puedo recrear en mi mente las imágenes, la casa, la mesa y las caras de esta hermosa familia que abrió su hogar y fusionó la cultura de los esquimales con la argentina. Volvería al pasado y les daría un gran abrazo a todos, los amo.
FRASES
“Una receta no tiene alma. Es el cocinero quien debe darle alma a la receta.”
(Thomas Keller)
"En casa sirvo el tipo de comida cuya historia conozco."
(Michael Pollan)
Te pregunto:
¿Hubieras comido las empanadas de ballena? ¿Qué otra cosa hubieras hecho?
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