¿Qué hacer cuando la frustración atrapa a un viajero cultural?
¿Existe alguna salida?
Durante mi reciente viaje por diversos lugares de Asia, experimenté en un momento un fenómeno que podría describirse como el "agobio del viajero cultural". La inmersión a culturas profundamente diferentes de la mía, generó una sensación de limitación personal para comprender el entorno, las costumbres y las personas que me rodeaban. Las herramientas que había adquirido en el pasado, las mismas que me habían permitido navegar otras culturas, parecían insuficientes. Esto me llevó a un estado de frustración, cuestionando mi habilidad para conectar genuinamente con el "otro". Fue entonces cuando una emoción inesperada cambió el curso de mi experiencia: la bondad.
Este escrito nace del deseo de compartir mi reciente experiencia y resaltar la bondad como un pilar esencial para el entendimiento intercultural. Al practicarla, no solo enriquecemos nuestras vivencias como observadores de otras culturas, sino también contribuimos al bienestar de quienes conocemos en el camino.
Uno de los mayores desafíos al explorar una cultura diferente es enfrentarnos a nuestras propias estructuras mentales y sesgos. ¿Cómo debemos actuar y qué reflexiones podríamos hacer cuando, desde la infancia, hemos sido educados en un marcado eurocentrismo que nos lleva a considerar los valores culturales, religiosos, sociales y políticos de tradición europea como modelos universales? Este sesgo nos condiciona a interpretar el mundo desde nuestra perspectiva, dejando poco espacio para comprender y apreciar las realidades ajenas. En este contexto, la bondad se convierte en un puente esencial, que nos permite superar estas barreras y conectar con los demás de una manera auténtica y significativa.
Mi forma de conocer los lugares, siempre que las condiciones lo permitan, es recorrerlos a pie, caminando entre 6 y 12 kilómetros cada día. Este hábito me permite observar una infinidad de detalles que revelan aspectos culturales clave, ayudándome a comprender mejor tanto a sus habitantes como al entorno. Una cultura viva puede "leerse" en el estado de las calles, las veredas, los jardines en el espacio público, los comercios, la interacción entre vecinos, la fauna local y en cientos de pequeños detalles. Todo ello proporciona una riqueza de información cultural accesible para quienes se detienen a observar con atención.
Este tipo de viaje muchas veces trae como consecuencia el perderse en lugares donde la barrera idiomática comienza a reinar y es un reino en donde no queremos estar.
Me gustaría compartir una de las últimas historias de mi travesía. En una ocasión, mientras exploraba una zona rural de China, me perdí. De repente, me encontré en un vecindario que parecía interminable, con pequeñas calles que se ramificaban en todas direcciones. Mi objetivo era encontrar la autopista que me llevara al pueblo cercano, pero todo parecía un laberinto sin salida.
En ese momento, una mujer que cargaba bolsas de compras intuyó que estaba completamente perdido. Con un lenguaje improvisado de señas, logramos comunicarnos, y ella entendió mi situación. Me indicó cómo encontrar mi nueva ruta, pero al parecer sabía que no podría lograrlo solo. Entonces, con la universalidad de una sonrisa, decidió acompañarme. Caminó a mi lado durante lo que, en distancia, podrían haber sido 7 u 8 cuadras a través de esos verdaderos laberintos, dedicando su tiempo exclusivamente a ayudarme. Ese día la preparación de su comida podía esperar un poco más, porque ese día su bondad se convirtió en el plato principal.
Esa bondad generó una magia movilizadora y de una gran belleza, como si un aura nos envolviera a ambos. Estoy seguro de que esa mujer guarda en su corazón escrito en letras de oro la palabra bondad, tal como ha quedado grabada en el mío. Nunca nos volveremos a ver en este planeta, pero ambos hemos sido tocados por la magia de la bondad, una fuerza invisible que nos hace más humanos.
Estas conexiones humanas genuinas, donde la bondad es el ingrediente principal, trascienden las palabras y las culturas.
En este ejemplo vemos a la bondad en una expresión que cruza transversalmente a la interculturalidad como tener una actitud generosa y comprensiva hacia los demás, actuando con empatía y respeto.
Estas experiencias me enseñaron que la bondad es una herramienta poderosa para enfrentar las frustraciones del encuentro intercultural. La bondad fomenta la apertura mental, permite el intercambio genuino y transforma la manera en que percibimos las diferencias. Al practicarla, no solo nos convertimos en mejores observadores, sino también en mejores seres humanos.
Además, aprendí que la bondad no implica ceder siempre o ignorar nuestras propias necesidades. La bondad es un equilibrio entre la generosidad y la firmeza, un acto de respeto tanto hacia los demás como hacia uno mismo.
La bondad en relación a la interculturalidad puedo intentar pensar una definición como una disposición humana universal que trasciende barreras culturales, religiosas, lingüísticas y sociales, permitiendo el establecimiento de conexiones genuinas entre personas de diferentes contextos. Es un acto de empatía y solidaridad que, al manifestarse en interacciones interculturales, se convierte en un puente que facilita el entendimiento mutuo, el respeto por las diferencias y el reconocimiento de nuestra humanidad compartida.
En este sentido, la bondad no solo es un gesto altruista, sino también una herramienta poderosa para romper prejuicios y construir relaciones basadas en la confianza, la colaboración y la valoración de la diversidad. Es el lenguaje común que todos comprendemos, independientemente de nuestras raíces culturales.
En criollo* decimos que es nuestra capacidad de incluir a otra persona en nuestra idea de bienestar. La bondad implica no ser indiferentes hacia los demás; es dejar de centrarnos únicamente en lo que queremos o necesitamos para considerar también lo que sienten y desean quienes nos rodean. En la interculturalidad, la bondad nos invita a transformar el "tú" y el "yo" en un "nosotros", reflejando una conexión humana que trasciende lo individual y busca un bienestar compartido.
Para quienes deseen aplicar la bondad en sus viajes y experiencias interculturales, aquí algunas sugerencias prácticas que pueden ayudar a despertar el gen de la bondad.
Aprender lo básico del idioma local: un simple "gracias" o "por favor" en el idioma del lugar puede marcar una gran diferencia.
Escuchar activamente: en lugar de imponer nuestras opiniones o expectativas, tomemos el tiempo para entender las perspectivas y costumbres del otro.
Mostrar respeto por las costumbres locales: incluso si no las entendemos completamente, el respeto por las tradiciones y normas demuestra humildad y apertura.
Sonreír y ser paciente: Una sonrisa genuina puede romper barreras y abrir corazones.
Ofrecer ayuda: pequeños gestos, como ceder el asiento en el subte, pueden transformar un día ordinario en algo especial.
Adaptarse a los ritmos locales: respetar los tiempos y maneras de hacer de las personas locales, evitando imponer nuestro ritmo o expectativas. Esto puede significar aceptar pausas culturales o formas distintas de abordar la vida diaria.
Intercambiar historias: compartir y escuchar historias personales puede ser una herramienta poderosa para encontrar puntos en común y generar empatía. Pregunta a los demás sobre sus vidas, tradiciones y experiencias. Interesarse genuinamente para un aprendizaje de inmersión cultural.
Valorar lo cotidiano: reconocer la belleza en las pequeñas acciones de la vida cotidiana de otras culturas, como su manera de preparar la comida, organizar sus mercados o celebrar eventos familiares.
Practicar la humildad: admitir que no sabemos todo y que siempre hay algo que aprender de los demás. La disposición a aprender y a aceptar correcciones es una forma de bondad hacia quienes comparten sus conocimientos contigo.
Ofrecer reconocimiento y gratitud: mostrar aprecio por las acciones de los demás, incluso las más pequeñas, fortalece el lazo humano y fomenta el entendimiento mutuo.
Evitar juicios precipitados: recordar que nuestras formas no son las únicas válidas. Al encontrarnos con costumbres o valores diferentes, hacer el esfuerzo consciente de comprender antes de juzgar.
Ser inclusivo: buscar maneras de incluir a otros en nuestras experiencias, desde invitar a alguien local a compartir una comida hasta involucrarnos en actividades comunitarias que promuevan el bien común.
Fomentar el aprendizaje mutuo: enseñar algo de nuestra cultura mientras aprendemos sobre la de los demás, generando un intercambio genuino y bidireccional.
Practicar la paciencia cultural: ante malentendido o diferencias, practicar la paciencia y entender que la diversidad puede implicar momentos incómodos, pero también es una oportunidad de aprendizaje.
Conectar con el entorno natural: reconocer que muchas culturas tienen una relación profunda con su entorno natural. Participar en prácticas locales que fomenten el cuidado de la tierra puede ser una forma de mostrar respeto y bondad hacia las creencias y valores de la comunidad.
Estas prácticas pueden ayudar a construir puentes, eliminan barreras y nos permiten crear conexiones humanas significativas que enriquecen tanto a quienes damos como a quienes recibimos bondad en contextos interculturales.
La bondad, cuando se practica con intención y apertura, tiene el poder de transformar no solo nuestras experiencias de viaje, sino también nuestra visión del mundo. En un mundo cada vez más interconectado, la bondad puede ser el hilo que une culturas y crea un tejido de comprensión y unidad.
Como viajeros y ciudadanos del mundo, tenemos la oportunidad de cultivar la bondad en nuestras interacciones, utilizando cada encuentro intercultural como una oportunidad para aprender, crecer y conectar. Porque, al final, cuando cambiamos desde la bondad, todo a nuestro alrededor también cambia.
Bondad e Interculturalidad
Por Carlos Giavay Waiss
Director ejecutivo
Fundación Intercambio Cultural
*En criollo: en Argentina, la expresión "hablar en criollo" o "en criollo decimos" se utiliza de manera coloquial para referirse a explicar algo de forma simple, clara y directa, utilizando un lenguaje cotidiano y accesible para todos, sin tecnicismos ni palabras rebuscadas.
Es una forma de "bajar" una idea compleja o abstracta al nivel de lo práctico y entendible, apelando muchas veces a expresiones populares, ejemplos concretos o metáforas propias de la idiosincrasia local. Es como decir: "Te lo explico fácil, para que todos lo entendamos."
Por ejemplo, si alguien explica una teoría económica complicada y luego dice: "En criollo, esto significa que si gastás más de lo que ganás, te endeudás," está usando esta expresión para resumir el concepto de manera sencilla y clara.
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